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Mostrando entradas de 2020

Agni

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  Imaginar la luz de mis llamas en un eterno tintineo, calentando a las huestes de la humanidad que protegía. ¿Aún sin importarme a mí mismo? Quizás esa sea una pregunta en la que uno podría reflexionar durante mil años sin encontrar nunca la respuesta. Otras preguntas podrían ser: ¿Es válido cometer actos infames si eso puede detener una guerra? ¿Es perdonable traicionar a mis semejantes si es por una causa justa? Y en medio de los hombres a los que tanto amaba, ni siquiera tuve tiempo para considerarlo. La gloria me atraía, al igual que la idea de cambiarlo todo con un simple y preciso gesto. Así que agarré mi arco, lo apoyé en el suelo y lo tensé para cargar la flecha llameante. Mis semejantes debieron comprender lo que tenía en mente, porque en el momento en que disparé la flecha, toda su fuerza se precipitó sobre mí. No temas, Agni, es simplemente este amor desmedido por esa vida mortal lo que te ha llevado a este destino. Libérate de esa carga y entrégate al todo de manera pacífi

Prohibida desnudez

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  La caza había sido provechosa, y al Gran Rey de Pratishthana, a quien llamaban Pururavas, se le encontraba descansando después de varias horas de montar a caballo. La frescura de las flores y la brisa del bosque húmedo lo mecían en un dulce adormecimiento casi musical. Poco a poco, abrió lentamente sus párpados oscuros y se encontró con la imagen de una belleza inusual, casi perturbadora, que inmediatamente lo embriagó de algo que probablemente era amor. Aquella frágil figura lo miró atentamente, mostrando inocencia en su coquetería y dando la impresión de entregarse a la ingenua admiración que solo se encuentra en corazones puros. Así, con una tímida sonrisa y los ojos incrédulos del rey, aquella belleza comenzó a danzar frente a él, desplegando sus encantos como si fueran un regalo divino. Con modestia y ternura, supo elevar oportunamente la mirada hacia él y luego bajarla con fingida modestia, como solo las más experimentadas en el arte del encanto femenino saben hacer. Enamorado

La humilde lavandera

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  La mañana se presentaba fresca, mientras una tenue brisa acariciaba el cuerpo desnudo de la esposa del Rey del Norte. Él la observaba como un intrépido niño, con la frente empapada de sudor veraniego, pálido por la emoción y los ojos entrecerrados, permaneciendo de pie frente a la cama. Su mirada insistente o quizás el cálido aire húmedo despertaron a la grácil mujer que dormía. —No sé cuánto tiempo he reflexionado sobre tu felicidad, querida esposa —dijo el Rey—. Tú ya me la has otorgado y yo intento retribuir ese regalo. Toma este hermoso collar de perlas y lúcelo durante la celebración del Diwali. Así todos sabrán cuánto amor te profeso, ya que cada perla representa una lágrima que derramaría si te perdiera. A la mañana siguiente, la esposa del Rey del Norte irrumpió desconsolada en la corte de su consorte. La tristeza se ha apoderado de mi corazón, querido, al enterarme de que debo renunciar a la dicha de tu amor materializado en esa joya que me has regalado como talismán de tu a

Ciervo

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  En el crepúsculo, el rey Pandu se encontraba al final de un agotador día de cacería. Aquella mañana, el éxito había marcado su empresa y se disponía a regresar con los suyos. Sin embargo, algo captó su atención entre los arbustos ondulantes que se desplegaban ante sus ojos. Sigilosamente, se acercó en busca de aquello que provocaba la excitación de aquel matorral en constante movimiento. Dos ciervos se encontraban copulando ansiosamente; la sombra que proyectaban debido a sus ondulantes movimientos, en el ocaso, los hacía ver alargados y oscuros. La tonalidad del ambiente se había vuelto un azul pálido, y la figura de esas criaturas se mostraba exuberante. El rey Pandu no dudó en que esos dos ejemplares tendrían una excelente acogida en su impetuoso palacio, así que disparó hacia ellos sin reflexionar ni un segundo. Tarde comprendió que lo que acababa de hacer era un crimen divino. Transformado en un ciervo macho, Kindama se abalanzó contra el rey y, en su último suspiro, lanzó una m

Ganesha

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Aquella noche de verano, Parvati se despidió de Shiva, su esposo y su dualidad, con profundo amor y respeto. Las inesperadas ausencias del dios llenaban a Parvati de gran desasosiego, sobre todo cuando otros dioses aprovechaban esas oportunidades para cortejarla. Decían que la belleza de Parvati era lo que mantenía al sol radiante y brillante, por lo que no resultaba difícil comprender el deseo de otras deidades por poseerla. Sin embargo, Parvati siempre se mostraba fiel a su esposo. No obstante, estaba cansada de estas intromisiones y decidió ponerles fin creando con sus propias manos a una divinidad que cuidara de ella mientras Shiva estaba ausente. Le dio el nombre de Ganesha. En cuanto lo vio, Parvati lo amó inmensurablemente. Ganesha era un joven apuesto, dócil, amable y muy vivaz. El orgullo de madre se desbordaba al tenerlo consigo y anhelaba el regreso de su esposo para presentarle a su amado hijo. Sin embargo, Shiva se demoraba, y mientras tanto, Ganesha mostraba valentía y au

Dos formas de vida

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Días transcurrían en medio de una acalorada discusión dos campesinos, vestidos con andrajos sudorosos que siempre tenían las espaldas y las axilas empapadas. Conversaban sobre la forma de vida que cada uno había forjado con el tiempo. Kirán vivía a base de mentiras que prodigaba en cada frase, mientras que Hari, temeroso de Brahma y de conciencia estrecha, se esforzaba por vivir con los modestos frutos de su arduo trabajo. Kirán intentaba convencer infructuosamente a Hari de que la vida llena de trucos y engaños era más agradable y dulce, sin preocuparse por ningún delito. Sostenía que vivir de esa manera era más factible y digno. Sin embargo, Hari refutaba su idea argumentando que vivir de forma engañosa no brindaba tranquilidad, ya que tarde o temprano llegaría el castigo. Afirmaba que enfrentar a los Rakshasa no se comparaba con vivir honestamente, incluso si eso significaba padecer la peor de las miserias. Kirán se reía, ya que no creía en historias destinadas a asustar a los niños

Negada inmortalidad

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En la monótona y solitaria vida de un hombre dedicado a sus dioses, Adapa se desempeñaba como sacerdote en el templo de Enki, el dios de la sabiduría. Sus habilidades habían llevado la prosperidad y la civilización a su pueblo, y él había entregado su vida a adorarlo. Este hombre tenía un temperamento tranquilo y la sabiduría otorgada por su deidad protectora se manifestaba en él. Sin embargo, una mañana, se vio inundado por un mal humor repentino. Su día se volvía sombrío, las cosas estaban fuera de lugar y su suerte parecía ponerlo a prueba. El sol derramaba sus rayos sobre su alma, las flores perfumadas parecían expresar sentimientos y las palpitaciones de su corazón comunicaban a su cerebro su creciente agitación, fundiendo gradualmente cualquier idea en un vago deseo de destrucción. Así era el pensamiento de Adapa, débil y perturbado, pero creciente como la marea de medianoche. Decidió buscar consuelo en el mar para aquellas sensaciones tan fuera de lugar para alguien de su estatu

Traición

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Gula observa con horror el monstruoso uso que aquella bruja hace de sus enseñanzas curativas. Inanna le había informado sobre esa desaliñada mujer, cegada por el orgullo y el amor hacia un hombre que ya la había olvidado. Gula no aceptó de inmediato la verdad, ya que aquella mujer era su favorita, y la traición por su parte no le sentaría bien. Pero ahora, ya no había duda, solo quedaba esperar el destino proclamado por sus iguales en la cúspide de la bóveda celeste. Solo quedaba verla desvanecerse sin que ella lo supiera. Poco a poco, el bálsamo de vida que ella le regaló se desvanece con los vientos de su desgracia. El guerrero es valiente, enérgico y ha enloquecido a la bruja. No es culpa de ella tampoco, lo irracional siempre surgió de su pecho, nadie se lo heredó ni lo contaminó. El guerrero es y no es lo que ella ama, ella lo ha reclamado, no debió haber sucedido, pero ella ya no entiende razones, ha sido engañada y la diosa ya le ha otorgado aquel conocimiento prohibido. Ahora l

Inacabados

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La sangre de aquel dios sanguinario y la arcilla proveniente de la tierra fueron los elementos utilizados para crear a la humanidad. Los dioses moldearon su imagen, aunque su existencia quedó incompleta en esa sublime forma. Estos seres sin instrucción poblaron el mundo y se enfrentaron a conflictos de diversas formas en sus vidas. Un dios noble, enamorado de esos espíritus infantiles, decidió proveerles algo más que simplemente existencia para que pudieran enfrentar las difíciles situaciones que la tierra les presentaba. Lo llamaban Enki, y aunque habitaba en los océanos, conocía los secretos de cada rincón de este paraíso. Enki consideraba que el hombre no podía gobernarse por sí mismo, los veía como una pregunta abierta dirigida al cosmos, pero ellos no eran la respuesta. Estas criaturas, a las que solía llamar "criaturas", carecían de conciencia de sí mismas y eran solo lo que el tumulto divino decidía que fueran, debían adherirse a su naturaleza restante. Sin embargo,

Mundos opuestos

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No es necesario recurrir a la oscuridad del caos para identificar actitudes negativas, incluso en deidades encargadas de mantener el orden cósmico. Esto fue evidente en el caso de Nergal, quien reaccionó de manera ofensiva frente al ministro del inframundo, Namtar, enviado por Ereshkigal para representarla en una importante reunión de los dioses. Si bien las diferencias entre las divinidades podían ser expuestas, siempre debía existir un diálogo diplomático. Sin embargo, Nergal, sin considerar las consecuencias, adoptó una actitud poco sutil y hosca hacia el ministro, tal vez por su asociación con la experiencia maligna de la muerte. Namtar, en calidad de delegado del inframundo, entendía que su posición en el orden cósmico era intrascendente; para él, el cielo y el inframundo eran líneas paralelas con igual importancia. El mal, según él, no era más que un nombre para lo inconcebible, lo amenazante, y no tenía relación con las conciencias libres que definen los actos de cualquier ser.

Decerto

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La angustia inherente a la vida empuja a los hombres fuera de su centro, y los dioses no están exentos de estas perturbadoras emociones que socavan su anhelo de inmortalidad. Decerto se encontraba inmersa en la intensa huida de su esencia. Su corazón se sumía en la oscuridad, como si fuera una catástrofe natural de la cual simplemente deseaba escapar. Inanna se percató de esta angustia y, sintiendo compasión por la diosa, decidió brindarle consuelo y protección a sus anhelos. Sin embargo, la respuesta de Decerto no fue la esperada. "No es de tu incumbencia. Mi soledad y dolor son asuntos personales que deseo enfrentar por mi cuenta. La melancolía es una consejera ciega. Déjame en paz", replicó Decerto. "¿Qué buscas aquí, Inanna? ¿No entiendes que tu doctrina de la compasión no tiene nada digno de elogio? Solo intentas reafirmar tu superioridad sobre nosotros, dioses de menor envergadura", cuestionó Decerto. "Me preocupa tu semblante, joven y bella diosa&quo

El diluvio universal

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Shamas se levantó del lecho junto a un mundo inmensamente vivo, con el propósito de llevar su luz a inmortales y mortales, mientras Hadad, desde lo alto, tronaba demostrando su poder supremo. Mientras tanto, Innana contaba los infinitos pesares que aquellos mortales ocasionaban con su insensatez al cosmos divino que ellos resguardaban. Afligida, exponía la insostenible situación a la que esas criaturas habían llegado. "¡Queridos hermanos que existirán para siempre! Me he volcado en la búsqueda de un rey prudente entre toda esta podredumbre que se nos presenta, pero no he encontrado ninguno benévolo o amable, ninguno que respete en su mente lo justo. Solo hombres, reyes y plebeyos que son siempre crueles y autores de tropelías. Esto no puede seguir así". Las palabras de la diosa habían llegado profundamente a los corazones de las demás deidades reunidas allí. Todos tenían esa inquietud desde hace tiempo, pero ninguno se había atrevido hasta ahora a mencionar el hecho. Fue ento

Rito funerario

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Abubakar descansaba rebosante en aquel lecho mortuorio, donde las imaginaciones del miedo son tan absurdas como la esperanza y sin duda mucho más penosas. Su cuerpo era preparado para los ritos establecidos en un pueblo donde la muerte es esperada y dirigida por Anubis hacia el lugar del juicio. Sutilmente, aquel cuerpo era lavado y un súbito resoplar bastaba para agitar el ánimo del ritual, mientras un instinto arraigado y antiguo se derramaba sobre el hombre que esperaba un juicio justo. El cuerpo, liberado de la mayoría de sus partes corruptibles, pasaba a ser preservado mediante un delicado masaje de natrón, intentando conservar aún la minúscula parte del soplo de vida. Era importante mantener el cuerpo intacto, para que la fuerza vital tuviera un lugar donde habitar después de la muerte. Rellenado con especias y plantas aromáticas, el cuerpo era envuelto en vendas de lino y protegido por amuletos y textos religiosos, mientras aguardaba en su tumba la visita de su ba. El entierro e

La huella

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Los diez soles

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Me esfuerzo por recuperar el instante, entre los anillos de humo o las burbujas del juego de aquellos soles pequeños, mis hijos. El pasado tortuoso de plagas, calamidades y castigos se desvanece ante tanta felicidad. Han pasado tantas cosas desde aquellas oscuras tinieblas que solían habitar en mi corazón imperioso, pero ahora no reconozco su sabor, su forma, ni siquiera puedo imaginarme a mí misma como aquel monstruo. Me complace decir que aquello ya no me hace sufrir. Todo es diferente ahora, ya no tengo tiempo para preocuparme por mí misma ni para desinteresarme. Ante esos soles, mi ser comienza a diluirse, porque mi perspectiva como madre pesa sobre todo lo demás. Mi trabajo dentro del equilibrio cósmico consiste en lavar a esos niños estelares, uno a la vez y sin descanso, en aquel Valle de la Luz, al este de todo. Froto sus pequeños y luminosos cuerpos con calma y dedicación, y cada día esta sencilla tarea se transforma en jardines cálidos y perfumados, en la tranquilidad de

La soledad de Nüwa

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Una vez que el universo logró ordenarse gracias a los esfuerzos de Pangu, quien extendió sus extremidades para sostener el suelo y el cielo, nació Nüwa, la primera diosa. Describir todos los encantos prodigados por esta divinidad requeriría al menos un día entero para leerlos. Por lo tanto, nos limitaremos a decir que poseía un cuerpo humano con una cabeza y torso grácilmente estilizados. Su cabello lacio y negro se extendía por todo su inmenso cuerpo y se enredaba en sus extremidades inferiores en forma de cola de serpiente. Nüwa tenía la capacidad de adoptar formas variadas, cambiando al menos 70 veces al día. Era desde frondosos árboles verdes hasta olorosas magnolias aromáticas. Era el brillo de la arena bajo el sol, el retumbar de los pájaros en los bosques vacíos, el sonido del manantial recién surgido de la montaña y los caminos sin explorar de una tierra virgen y solitaria. Sin embargo, la verdad absoluta era que, aunque pudiera crear imágenes inefables, la soledad era un dol

Cómo aquella verdad podría ser enseñada

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A cada paso del camino, aquel joven aprendía, pues el mundo se encontraba en constante cambio y su corazón se turbaba ante la perpetua transformación de la naturaleza. Su encuentro frente a aquel trono de diamante había despertado en él la necesidad de comprender un mundo que se desplegaba en mil formas diferentes y en una multitud de colores. Allí permaneció absorto en la absoluta perfección, en silencio, pues no comprendía cómo aquella verdad tan profunda podría ser transmitida. Continuó su camino con herramientas rudimentarias: una rueda de oro y una caracola. Con ellas buscaba poner en movimiento la conducta piadosa y correcta en el universo. Imitaba al puro y fortalecido ciervo, que durante casi todo el año se mantiene en completa soledad, soportando las inclemencias de un tiempo inhóspito. Sin embargo, en el camino, cinco compañeros decidieron seguirlo en ese viaje ascético y sacrificado. Aún no encontraba la forma de transmitir el conocimiento otorgado por los dioses. Permane

El amo y el esclavo

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Piadoso deseo es pensar que la intervención divina nunca se discute; sin embargo, muchas de sus acciones inclinan al hombre hacia la injusticia o actos de irracionalidad. Todo esto empezó a elucubrar mientras aquel amo caminaba a campo abierto junto a su esclavo, un hombre menudo, taciturno y complaciente en todo lo que el señor necesitaba. Tengo miedo de saber a dónde vamos - acongojado, continuó caminando por un sendero aún áspero frente a sus ojos. Señor, nunca sabemos hacia dónde vamos, pero todo eso está escrito en el firmamento de los dioses. ¿Y ellos tienen razón? Deben de tenerla, y solo debemos aventurarnos en sus brazos y esperar sus designios. ¿Acaso somos dueños de nuestros propios actos? El amo, azorado por las palabras, siguió parsimonioso el camino trazado, pues debía llegar al destino planteado al día siguiente para un cambio radical. Sin embargo, en el último momento decidió detenerse y comunicar a su acompañante su nuevo dictamen. Está claro que si los dioses han tra

El fracaso de un héroe

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La soberbia en Gilgamesh no era más que la marca del obrero en su obra. Los dioses habían invertido todos sus esfuerzos en conjunto para crear a la humanidad, y era de esperar que en alguno de ellos surgiera esta inmensa necesidad de trascendencia. La similitud entre el hombre y los dioses radicaba en su entendimiento infinito, pero la distancia que los separaba se basaba en su voluntad. Como medida preventiva, los dioses otorgaron a los hombres la muerte como herencia. Esto era algo que a Gilgamesh no le importaba. El rey de Uruk no podía simplemente conformarse con esa ley común impuesta por los dioses a los hombres. Por lo tanto, incesantemente buscó realzar su imagen frente a los demás, y su condición mortal lo llevó a demostrar su poderío en primera instancia, recurriendo únicamente a la fuerza bruta para exhibir su inquebrantable figura ante los demás. Sin embargo, incluso así se encontró con sus propios límites. Se lanzó entonces a la conquista de una gloria eterna que enmarc

La creación conjunta

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Los primeros dioses que contemplaron el promontorio oscuro y sigiloso que se convertía en una mesa, a partir de esa idea que surgió de sus labios y se materializó en sus manos, tras una deliberación acerca de la creación divina, comprendieron de inmediato que aquella obra representaba la madurez de sus creaciones, en la cual todos habían puesto su máximo empeño. Al extenderla sobre el suelo, se percataron de que habían concebido algo mucho más grandioso que cualquier otra idea previa. Despedía un aroma a arcilla, aunque en su existencia se entrelazaba la sangre que conformaba su estructura ósea, y a primera vista, su piel parecía recubierta por una coraza de algas y barro. Sin embargo, debajo de esa amalgama ya se insinuaba la idea de la humanidad. Lo llamaron "hombre". No fue necesario limpiarle el rostro para darse cuenta de que era un ser extraño, divino, dotado de razón y conciencia, pero ajeno a ellos. Bastó con intercambiar miradas para establecer la distancia que l

Cosmogonía

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Y se levanta la joven Aurora del lecho donde lo antiguo la mantenía oculta, y con ella llega la nueva generación de dioses ruidosos y en plenitud. Las fuerzas primitivas, en ese estado larval, eran incapaces de adaptarse al nuevo ritmo de la existencia. Después de algunas disputas cuyos detalles no son relevantes aquí, Tiamat, el monstruo primordial del caos, paradójicamente invocando a la vida y la maternidad en un nombre que rebosa de ira contra lo que es renovador, decide suprimir a su descendencia. Al darse cuenta de las intenciones matricidas de ese monstruo, los dioses jóvenes imploran protección a Marduk, quien preside la justicia, el orden y el buen gobierno. Los dioses, refugiados en las estrellas como pequeños cervatos temblorosos y temerosos, enfrían el sudor del miedo y beben inmensas copas de vino para calmar la sed de angustia, mientras los dos oponentes se enfrentan en un singular combate. ¿Te das cuenta de tu irracionalidad al querer deshacerte de tu descendencia, tu

En el principio...

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En el principio, el caos líquido era una masa indiferenciada que representaba la infinidad de lo posible. Era el contenedor de todo lo aparente, lo inestable y el germen de los gérmenes. En él cabían todas las promesas de engrandecimiento, pero también la amenaza de desolación y destrucción de lo establecido. Sin embargo, la tierra, inerte y vacía, se unió en una forma con el cielo, cubriendo la superficie del abismo. Estas entidades surgieron a partir de la separación de los elementos del magma primitivo, en un intento por alcanzar la individualidad. Esta falta de procreación en los primeros dioses, la ausencia del verbo "parir" y la utilización del término "surgir", representa la impersonalidad de las fuerzas primigenias.

Enlil

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La efusión de una hora deliciosa sobreviene de improviso en un momento en el que no existe ni noche ni día, justo en ese silencio embriagador donde las aguas del mar, los ríos y la niebla se entremezclan, unificando un cuerpo y engendrando el sedimento que dará consistencia a este cosmos. El suelo y el lodo están presentes y serán ellos los que moldeen los dos horizontes limítrofes del orden que comienza: el cielo y la tierra, finalmente. Sin embargo, el pico de la montaña, cuya base se encuentra en la tierra, está impregnado del inmenso anhelo que despierta en el alma las primeras turbaciones del amor verdadero, y anhela alcanzar el cielo. Lo que aún no sabe es que este arrebato loco de amor genuino engendrará al hijo maldito de la separación: Enlil ha llegado y se ha investido como señor. "Separados los quiero a ambos", pronunció, "aunque debamos ser una triada unida, nunca más estarán juntos". Asustados por la violencia de los sentimientos que el acento de aquel

De pueblos ofendidos

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Mientras observaba de fondo las profundidades marinas con aquella temprana neblina y el mar espumoso, el embajador egipcio se acercó y se sentó junto al príncipe fenicio, preguntándole: ¿Qué tristeza ha invadido tu ser? No la ocultes en tu interior. El príncipe fenicio, soltando un profundo suspiro, respondió: Ya lo sabes, ¿por qué tendría que contártelo si lo sabes todo? La sabiduría ha salido de Egipto para llegar a mi país, nuestro conocimiento no es auténtico ni original, y por lo tanto, no es elevado. Es simplemente una copia de una cultura antigua que es la tuya. Sus ojos reflejaron la amargura de los pueblos ofendidos por no ser los primeros. El embajador se dio cuenta de su estado, entre la melancolía y la cólera. Es evidente la influencia egipcia en la sabiduría bíblica, y las máximas egipcias reflejan también la sabiduría ecléctica de nuestro querido Hesíodo... Por eso, la filosofía primitiva de los primeros griegos no puede negar su influencia directa de Egipto, a pesar d

Sisobek y Ptahhotep

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Sisobek desempeñaba un cargo esencial entre nosotros y disfrutaba de ese papel con pasión. Tanto era su amor por ello que no habría podido vivir sin él. Sin embargo, apenas se preocupaba por las contingencias cotidianas ni le obsesionaba el éxito terrenal. Lo que realmente le interesaba era la psicología pura. Disertaba teóricamente sobre la vida y la muerte, la felicidad y la desgracia. Sisobek no necesitaba complicarse demasiado, siempre hablaba bajo un manto tradicional, utilizando términos tales para promover el desapego. La combinación de angustia nihilista y el deseo de encontrar la serenidad a cualquier precio lo diferenciaba claramente de Ptahhotep. Para él, su tranquilo oportunismo era suficiente, y practicando el Mâat buscaba vivir honorablemente. Sin embargo, la lealtad y la legalidad pierden todo su sentido en tiempos de anarquía, donde resulta imposible para un pensador encontrar a alguien con quien hablar, e incluso el sabio no se encuentra a sí mismo. Incapaz de compren