Ganesha


Aquella noche de verano, Parvati se despidió de Shiva, su esposo y su dualidad, con profundo amor y respeto. Las inesperadas ausencias del dios llenaban a Parvati de gran desasosiego, sobre todo cuando otros dioses aprovechaban esas oportunidades para cortejarla.

Decían que la belleza de Parvati era lo que mantenía al sol radiante y brillante, por lo que no resultaba difícil comprender el deseo de otras deidades por poseerla. Sin embargo, Parvati siempre se mostraba fiel a su esposo. No obstante, estaba cansada de estas intromisiones y decidió ponerles fin creando con sus propias manos a una divinidad que cuidara de ella mientras Shiva estaba ausente. Le dio el nombre de Ganesha.

En cuanto lo vio, Parvati lo amó inmensurablemente. Ganesha era un joven apuesto, dócil, amable y muy vivaz. El orgullo de madre se desbordaba al tenerlo consigo y anhelaba el regreso de su esposo para presentarle a su amado hijo. Sin embargo, Shiva se demoraba, y mientras tanto, Ganesha mostraba valentía y audacia al despedir a cualquiera que intentara importunar a su diosa madre.

Una noche, Ganesha despertó al sentir pisadas estruendosas de una presencia poderosa. Un calor insoportable dominó el ambiente, y en la penumbra vio a un ser fulgurante, como bañado en polvo de plata, dirigiéndose hacia los aposentos de su madre, quien yacía desnuda y profundamente dormida. Ganesha escuchó su dulce respiración y decidió no perturbarla, deteniendo al intruso.

"Hasta aquí, visitante", le advirtió.

El visitante indolente siguió su camino, y Ganesha reflexionó sobre la realidad de esa figura. No era como las demás, lo contrario, pero esto no le impidió defender la entrada de la habitación.

"Detente", le volvió a decir.

Repentinamente, una luz fugaz lo cegó y, dominado por sus pensamientos, su conciencia comenzó a oscurecerse lentamente. Sin darse cuenta, se sumergió en un profundo abismo, en un extraño trance que no era ni sueño ni realidad.

El estruendo despertó a todos, y Parvati corrió fuera de sus aposentos, llena de temor como una madre ansiosa. Vio la monstruosa verdad.

"¿Qué has hecho, esposo mío? ¡Ese era nuestro hijo!".

Al principio, Shiva, congestionado por la noticia, se mostró lento e indolente, pero al ver a su amada esposa desgarrada de dolor frente al hombre sin cabeza que yacía a sus pies, comenzó a comprender la magnitud de sus actos. Asustado por esa muerte irracional que acababa de cometer, un hijo que solo conoció en la muerte, Shiva corrió a la estepa. Era algo que ni un dios podía soportar.

De repente, como si despertara de un sueño atroz, un inmenso elefante salió de detrás de un gran árbol y, con un barrido intenso, rompió la serenidad de la noche. Ahí fue cuando Shiva encontró la solución.

Imperceptiblemente, Ganesha comenzó a sentirse nuevamente dueño de sí mismo, y justo cuando se sintió despierto, se dio cuenta, asombrado, de que su alma había penetrado el cuerpo de un ser amorfo con cabeza de gran elefante y el fornido cuerpo que le pertenecía. Avanzó durante un corto tiempo bajo su nueva forma. Pero eso no era lo único que lo confundía. A pesar de ser una situación tan misteriosa, que no lograba salir de su asombro, se preguntaba quién había sido aquel que lo había cegado.

Con los ojos bien abiertos, fijó su mirada atónita en aquel ser resplandeciente que se encontraba junto a su madre. A su lado, su belleza era inusitada. En el colmo de la admiración, se quedó petrificado y aturdido ante aquella irresistible imagen, ajeno por completo a todo lo demás. Entendió que sus padres juntos eran, sin duda, la perfección y el equilibrio del todo.

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