Sisobek y Ptahhotep
Sisobek desempeñaba un cargo esencial entre nosotros y disfrutaba de ese papel con pasión. Tanto era su amor por ello que no habría podido vivir sin él. Sin embargo, apenas se preocupaba por las contingencias cotidianas ni le obsesionaba el éxito terrenal. Lo que realmente le interesaba era la psicología pura. Disertaba teóricamente sobre la vida y la muerte, la felicidad y la desgracia. Sisobek no necesitaba complicarse demasiado, siempre hablaba bajo un manto tradicional, utilizando términos tales para promover el desapego. La combinación de angustia nihilista y el deseo de encontrar la serenidad a cualquier precio lo diferenciaba claramente de Ptahhotep. Para él, su tranquilo oportunismo era suficiente, y practicando el Mâat buscaba vivir honorablemente. Sin embargo, la lealtad y la legalidad pierden todo su sentido en tiempos de anarquía, donde resulta imposible para un pensador encontrar a alguien con quien hablar, e incluso el sabio no se encuentra a sí mismo. Incapaz de comprender su época y de entender que una parte de sí mismo le contradiga, Sisobek empieza a pensar en el suicidio. Incluso su alma duda ahora de la eficacia de esos ritos funerarios.
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