Semblanza

Ahora llegaba el momento de aquel asesinato, quizás premeditado, aunque definitivamente impulsivo. Permanecería obsesionado con ello; levantaría el puñal, cuyo mango ya tenía en el bolsillo, y lo dirigiría hacia él. No es probable que se sorprendan por lo fácil que resultó todo, pero quién sabe, no se puede saber. No tenía la intención de gritar, solo de mirarlo mientras pudiera.

 ¿Y? - dijo.

 ¡Es cierto, es cierto! No existía ningún filósofo antes de los griegos, pero ya el funcionario hierográmatico reflexionaba sobre los fundamentos teóricos del oficio. Físico y metafísico a la vez.

 ¡Vamos, vamos, qué tontería!

 En ese momento realmente logró enfadarme y le respondí.

 ¡Imbécil! Esta noche es tan reveladora. Escucha bien: la gran culpa del pensador egipcio, que le impidió hacer filosofía, fue la forma en que se presentó: textos rituales, fórmulas funerarias, himnos, instrucciones, profecías y apologías del rey. Aunque este pensamiento faraónico sea el más refinado, a una sociedad siempre le falta lo laico.

Saqué el puñal, ya no por encargo, sino por el estigma de un pueblo vituperado, y acabé con él.

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