La sangre de aquel dios sanguinario y la arcilla proveniente de la tierra fueron los elementos utilizados para crear a la humanidad. Los dioses moldearon su imagen, aunque su existencia quedó incompleta en esa sublime forma. Estos seres sin instrucción poblaron el mundo y se enfrentaron a conflictos de diversas formas en sus vidas.
Un dios noble, enamorado de esos espíritus infantiles, decidió proveerles algo más que simplemente existencia para que pudieran enfrentar las difíciles situaciones que la tierra les presentaba. Lo llamaban Enki, y aunque habitaba en los océanos, conocía los secretos de cada rincón de este paraíso.
Enki consideraba que el hombre no podía gobernarse por sí mismo, los veía como una pregunta abierta dirigida al cosmos, pero ellos no eran la respuesta. Estas criaturas, a las que solía llamar "criaturas", carecían de conciencia de sí mismas y eran solo lo que el tumulto divino decidía que fueran, debían adherirse a su naturaleza restante.
Sin embargo, al pensar en la humanidad, Enki comprendía que esta creación era diferente al resto, ya que la mezcla de sangre divina con arcilla les confería una voluntad propia que les permitía ejercer su libertad. Esto, sin embargo, despertaba un orgullo vano en su interior, haciéndoles sentir que eran el fundamento de su propia existencia.
Enki, entonces, enseñó rituales de todo tipo a estos seres que poco a poco se volvían arrogantes. Estos rituales les recordaban que la voluntad creadora de los dioses que mantenía el orden cósmico había vencido al vacío, mientras que su propia voluntad no podía llegar tan lejos.
Los secretos de la magia y la adoración a Enki y al resto de los dioses mejoraban sus posibilidades en el cosmos y los alejaban de su precaria situación. Sin embargo, la humanidad todavía tenía que alcanzar su pleno potencial, y la constante amenaza del colapso era latente. Por eso, en sus enseñanzas, Enki les exhortaba a completarse a sí mismos y solo así entenderían su propio poder, para así desear lo correcto y saber lo que podían y aspiraban a ser.
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