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Mostrando entradas de mayo, 2020
Los diez soles
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Me esfuerzo por recuperar el instante, entre los anillos de humo o las burbujas del juego de aquellos soles pequeños, mis hijos. El pasado tortuoso de plagas, calamidades y castigos se desvanece ante tanta felicidad. Han pasado tantas cosas desde aquellas oscuras tinieblas que solían habitar en mi corazón imperioso, pero ahora no reconozco su sabor, su forma, ni siquiera puedo imaginarme a mí misma como aquel monstruo. Me complace decir que aquello ya no me hace sufrir. Todo es diferente ahora, ya no tengo tiempo para preocuparme por mí misma ni para desinteresarme. Ante esos soles, mi ser comienza a diluirse, porque mi perspectiva como madre pesa sobre todo lo demás. Mi trabajo dentro del equilibrio cósmico consiste en lavar a esos niños estelares, uno a la vez y sin descanso, en aquel Valle de la Luz, al este de todo. Froto sus pequeños y luminosos cuerpos con calma y dedicación, y cada día esta sencilla tarea se transforma en jardines cálidos y perfumados, en la tranquilidad de
La soledad de Nüwa
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Una vez que el universo logró ordenarse gracias a los esfuerzos de Pangu, quien extendió sus extremidades para sostener el suelo y el cielo, nació Nüwa, la primera diosa. Describir todos los encantos prodigados por esta divinidad requeriría al menos un día entero para leerlos. Por lo tanto, nos limitaremos a decir que poseía un cuerpo humano con una cabeza y torso grácilmente estilizados. Su cabello lacio y negro se extendía por todo su inmenso cuerpo y se enredaba en sus extremidades inferiores en forma de cola de serpiente. Nüwa tenía la capacidad de adoptar formas variadas, cambiando al menos 70 veces al día. Era desde frondosos árboles verdes hasta olorosas magnolias aromáticas. Era el brillo de la arena bajo el sol, el retumbar de los pájaros en los bosques vacíos, el sonido del manantial recién surgido de la montaña y los caminos sin explorar de una tierra virgen y solitaria. Sin embargo, la verdad absoluta era que, aunque pudiera crear imágenes inefables, la soledad era un dol
Cómo aquella verdad podría ser enseñada
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A cada paso del camino, aquel joven aprendía, pues el mundo se encontraba en constante cambio y su corazón se turbaba ante la perpetua transformación de la naturaleza. Su encuentro frente a aquel trono de diamante había despertado en él la necesidad de comprender un mundo que se desplegaba en mil formas diferentes y en una multitud de colores. Allí permaneció absorto en la absoluta perfección, en silencio, pues no comprendía cómo aquella verdad tan profunda podría ser transmitida. Continuó su camino con herramientas rudimentarias: una rueda de oro y una caracola. Con ellas buscaba poner en movimiento la conducta piadosa y correcta en el universo. Imitaba al puro y fortalecido ciervo, que durante casi todo el año se mantiene en completa soledad, soportando las inclemencias de un tiempo inhóspito. Sin embargo, en el camino, cinco compañeros decidieron seguirlo en ese viaje ascético y sacrificado. Aún no encontraba la forma de transmitir el conocimiento otorgado por los dioses. Permane
El amo y el esclavo
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Piadoso deseo es pensar que la intervención divina nunca se discute; sin embargo, muchas de sus acciones inclinan al hombre hacia la injusticia o actos de irracionalidad. Todo esto empezó a elucubrar mientras aquel amo caminaba a campo abierto junto a su esclavo, un hombre menudo, taciturno y complaciente en todo lo que el señor necesitaba. Tengo miedo de saber a dónde vamos - acongojado, continuó caminando por un sendero aún áspero frente a sus ojos. Señor, nunca sabemos hacia dónde vamos, pero todo eso está escrito en el firmamento de los dioses. ¿Y ellos tienen razón? Deben de tenerla, y solo debemos aventurarnos en sus brazos y esperar sus designios. ¿Acaso somos dueños de nuestros propios actos? El amo, azorado por las palabras, siguió parsimonioso el camino trazado, pues debía llegar al destino planteado al día siguiente para un cambio radical. Sin embargo, en el último momento decidió detenerse y comunicar a su acompañante su nuevo dictamen. Está claro que si los dioses han tra
El fracaso de un héroe
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La soberbia en Gilgamesh no era más que la marca del obrero en su obra. Los dioses habían invertido todos sus esfuerzos en conjunto para crear a la humanidad, y era de esperar que en alguno de ellos surgiera esta inmensa necesidad de trascendencia. La similitud entre el hombre y los dioses radicaba en su entendimiento infinito, pero la distancia que los separaba se basaba en su voluntad. Como medida preventiva, los dioses otorgaron a los hombres la muerte como herencia. Esto era algo que a Gilgamesh no le importaba. El rey de Uruk no podía simplemente conformarse con esa ley común impuesta por los dioses a los hombres. Por lo tanto, incesantemente buscó realzar su imagen frente a los demás, y su condición mortal lo llevó a demostrar su poderío en primera instancia, recurriendo únicamente a la fuerza bruta para exhibir su inquebrantable figura ante los demás. Sin embargo, incluso así se encontró con sus propios límites. Se lanzó entonces a la conquista de una gloria eterna que enmarc
La creación conjunta
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Los primeros dioses que contemplaron el promontorio oscuro y sigiloso que se convertía en una mesa, a partir de esa idea que surgió de sus labios y se materializó en sus manos, tras una deliberación acerca de la creación divina, comprendieron de inmediato que aquella obra representaba la madurez de sus creaciones, en la cual todos habían puesto su máximo empeño. Al extenderla sobre el suelo, se percataron de que habían concebido algo mucho más grandioso que cualquier otra idea previa. Despedía un aroma a arcilla, aunque en su existencia se entrelazaba la sangre que conformaba su estructura ósea, y a primera vista, su piel parecía recubierta por una coraza de algas y barro. Sin embargo, debajo de esa amalgama ya se insinuaba la idea de la humanidad. Lo llamaron "hombre". No fue necesario limpiarle el rostro para darse cuenta de que era un ser extraño, divino, dotado de razón y conciencia, pero ajeno a ellos. Bastó con intercambiar miradas para establecer la distancia que l