Me esfuerzo por recuperar el instante, entre los anillos de humo o las burbujas del juego de aquellos soles pequeños, mis hijos. El pasado tortuoso de plagas, calamidades y castigos se desvanece ante tanta felicidad. Han pasado tantas cosas desde aquellas oscuras tinieblas que solían habitar en mi corazón imperioso, pero ahora no reconozco su sabor, su forma, ni siquiera puedo imaginarme a mí misma como aquel monstruo. Me complace decir que aquello ya no me hace sufrir. Todo es diferente ahora, ya no tengo tiempo para preocuparme por mí misma ni para desinteresarme. Ante esos soles, mi ser comienza a diluirse, porque mi perspectiva como madre pesa sobre todo lo demás. Mi trabajo dentro del equilibrio cósmico consiste en lavar a esos niños estelares, uno a la vez y sin descanso, en aquel Valle de la Luz, al este de todo. Froto sus pequeños y luminosos cuerpos con calma y dedicación, y cada día esta sencilla tarea se transforma en jardines cálidos y perfumados, en la tranquilidad de ...