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Mostrando entradas de junio, 2020

Inacabados

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La sangre de aquel dios sanguinario y la arcilla proveniente de la tierra fueron los elementos utilizados para crear a la humanidad. Los dioses moldearon su imagen, aunque su existencia quedó incompleta en esa sublime forma. Estos seres sin instrucción poblaron el mundo y se enfrentaron a conflictos de diversas formas en sus vidas. Un dios noble, enamorado de esos espíritus infantiles, decidió proveerles algo más que simplemente existencia para que pudieran enfrentar las difíciles situaciones que la tierra les presentaba. Lo llamaban Enki, y aunque habitaba en los océanos, conocía los secretos de cada rincón de este paraíso. Enki consideraba que el hombre no podía gobernarse por sí mismo, los veía como una pregunta abierta dirigida al cosmos, pero ellos no eran la respuesta. Estas criaturas, a las que solía llamar "criaturas", carecían de conciencia de sí mismas y eran solo lo que el tumulto divino decidía que fueran, debían adherirse a su naturaleza restante. Sin embargo,

Mundos opuestos

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No es necesario recurrir a la oscuridad del caos para identificar actitudes negativas, incluso en deidades encargadas de mantener el orden cósmico. Esto fue evidente en el caso de Nergal, quien reaccionó de manera ofensiva frente al ministro del inframundo, Namtar, enviado por Ereshkigal para representarla en una importante reunión de los dioses. Si bien las diferencias entre las divinidades podían ser expuestas, siempre debía existir un diálogo diplomático. Sin embargo, Nergal, sin considerar las consecuencias, adoptó una actitud poco sutil y hosca hacia el ministro, tal vez por su asociación con la experiencia maligna de la muerte. Namtar, en calidad de delegado del inframundo, entendía que su posición en el orden cósmico era intrascendente; para él, el cielo y el inframundo eran líneas paralelas con igual importancia. El mal, según él, no era más que un nombre para lo inconcebible, lo amenazante, y no tenía relación con las conciencias libres que definen los actos de cualquier ser.

Decerto

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La angustia inherente a la vida empuja a los hombres fuera de su centro, y los dioses no están exentos de estas perturbadoras emociones que socavan su anhelo de inmortalidad. Decerto se encontraba inmersa en la intensa huida de su esencia. Su corazón se sumía en la oscuridad, como si fuera una catástrofe natural de la cual simplemente deseaba escapar. Inanna se percató de esta angustia y, sintiendo compasión por la diosa, decidió brindarle consuelo y protección a sus anhelos. Sin embargo, la respuesta de Decerto no fue la esperada. "No es de tu incumbencia. Mi soledad y dolor son asuntos personales que deseo enfrentar por mi cuenta. La melancolía es una consejera ciega. Déjame en paz", replicó Decerto. "¿Qué buscas aquí, Inanna? ¿No entiendes que tu doctrina de la compasión no tiene nada digno de elogio? Solo intentas reafirmar tu superioridad sobre nosotros, dioses de menor envergadura", cuestionó Decerto. "Me preocupa tu semblante, joven y bella diosa&quo

El diluvio universal

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Shamas se levantó del lecho junto a un mundo inmensamente vivo, con el propósito de llevar su luz a inmortales y mortales, mientras Hadad, desde lo alto, tronaba demostrando su poder supremo. Mientras tanto, Innana contaba los infinitos pesares que aquellos mortales ocasionaban con su insensatez al cosmos divino que ellos resguardaban. Afligida, exponía la insostenible situación a la que esas criaturas habían llegado. "¡Queridos hermanos que existirán para siempre! Me he volcado en la búsqueda de un rey prudente entre toda esta podredumbre que se nos presenta, pero no he encontrado ninguno benévolo o amable, ninguno que respete en su mente lo justo. Solo hombres, reyes y plebeyos que son siempre crueles y autores de tropelías. Esto no puede seguir así". Las palabras de la diosa habían llegado profundamente a los corazones de las demás deidades reunidas allí. Todos tenían esa inquietud desde hace tiempo, pero ninguno se había atrevido hasta ahora a mencionar el hecho. Fue ento

Rito funerario

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Abubakar descansaba rebosante en aquel lecho mortuorio, donde las imaginaciones del miedo son tan absurdas como la esperanza y sin duda mucho más penosas. Su cuerpo era preparado para los ritos establecidos en un pueblo donde la muerte es esperada y dirigida por Anubis hacia el lugar del juicio. Sutilmente, aquel cuerpo era lavado y un súbito resoplar bastaba para agitar el ánimo del ritual, mientras un instinto arraigado y antiguo se derramaba sobre el hombre que esperaba un juicio justo. El cuerpo, liberado de la mayoría de sus partes corruptibles, pasaba a ser preservado mediante un delicado masaje de natrón, intentando conservar aún la minúscula parte del soplo de vida. Era importante mantener el cuerpo intacto, para que la fuerza vital tuviera un lugar donde habitar después de la muerte. Rellenado con especias y plantas aromáticas, el cuerpo era envuelto en vendas de lino y protegido por amuletos y textos religiosos, mientras aguardaba en su tumba la visita de su ba. El entierro e