La humilde lavandera
La mañana se presentaba fresca, mientras una tenue brisa acariciaba el cuerpo desnudo de la esposa del Rey del Norte. Él la observaba como un intrépido niño, con la frente empapada de sudor veraniego, pálido por la emoción y los ojos entrecerrados, permaneciendo de pie frente a la cama. Su mirada insistente o quizás el cálido aire húmedo despertaron a la grácil mujer que dormía. —No sé cuánto tiempo he reflexionado sobre tu felicidad, querida esposa —dijo el Rey—. Tú ya me la has otorgado y yo intento retribuir ese regalo. Toma este hermoso collar de perlas y lúcelo durante la celebración del Diwali. Así todos sabrán cuánto amor te profeso, ya que cada perla representa una lágrima que derramaría si te perdiera. A la mañana siguiente, la esposa del Rey del Norte irrumpió desconsolada en la corte de su consorte. La tristeza se ha apoderado de mi corazón, querido, al enterarme de que debo renunciar a la dicha de tu amor materializado en esa joya que me has regalado como talismán de tu a